
Es necesario hacer énfasis, en que la oración como un mero hábito, como un cumplimiento llevado a cabo por mera rutina o de una manera "profesional" es una cosa muerta y podrida... La oración que es nacida de una vital unidad con Cristo y de la plenitud del Espíritu Santo: la que brota de lo profundo, sobreabundando en fuentes de tierna compasión, solicitud inmortal por el bien eterno del hombre... Un celo consumidor por la gloria de Dios; una entera convicción de la dificultad y de la delicadeza de la obra del predicador y de la necesidad imperativa de la más poderosa ayuda de Dios. La oración fundada en estas solemnes y profundas convicciones es la única oración verdadera. La predicación respaldada por semejante oración es la única predicación que siembra la simiente de la vida eterna en los corazones humanos y edifica a los hombres para el cielo.
Estas son palabras de Edward M. Bounds en su libro "El predicador y la Oración", y aunque es un libro escrito para pastores creo que cada uno de nosotros debemos saber y entender que la oración diaria no debe convertirse en monotonía, no debe hacerse como una obligación; la oración para cada uno de nosotros los cristianos debe ser sincera y pura, si puedo orar una o dos horas ¡¡Gloria a Dios!! por eso, pero si oro 45, 30 ó 15 minutos que sean verdaderos, intensos, sinceros porque ante nuestro Dios lo que importa es la intención de nuestro corazón... Entonces ¿Cómo estamos orando?... Roguemos al Señor para que Su Santo Espíritu nos despierte si estamos teniendo una oración monótona, aburrida, sin inspiración, sin usar y recordar la misma Palabra de Vida. Que Dios te bendiga.
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